Los niños aprenden conceptos, nociones y valores culturales a través de las experiencias en las que se ven envueltos, lo cual les ayuda a formarse de una determinada manera y a saber hacer cosas. Los aprendizajes que se realizan en los primeros años de vida son muy importantes, como muestra Gardner (1993), ya que se constituyen en la base donde se construirán los futuros conocimientos de los niños. Uno de los aprendizajes de mayor relevancia es el del lenguaje, puesto que permite a las personas categorizar el mundo, compartir experiencias con los demás y poder regular la propia conducta (Solé, 2003).
Algunas características de las actividades que facilitan los primeros aprendizajes acerca del mundo y que se llevan a cabo en la familia son: la cotidianidad y los afectos y emociones que las impregnan. La cotidianidad hace referencia al hecho de que las actividades en las que se implica a los hijos tienen que ver con situaciones habituales que tienen lugar en la sociedad y que, en este caso, suceden en la familia. En ellas, los adultos o hermanos actúan de guía para facilitar el acceso a la cultura.
Estas experiencias implican sentimientos y emociones muy intensas que acompañan a los diferentes aprendizajes (de tipo cognitivo, motriz, relacional, de equilibrio personal, etc.) que los niños realizan. Uno de los aspectos más importantes acerca de los cuales aprenden es sobre los demás, construyen representaciones acerca de cómo son los otros con los que interactúan (simpáticos, agradables, afectuosos, distantes, amenazadores, etc.) y sobre uno mismo (listo, guapo, etc.), lo que acaba derivando en el autoconcepto y la autoestima, que se empiezan a configurar en estas primeras relaciones.
Así pues, en el ámbito familiar se combinan, en grado diverso, exigencias con estimación, retos con ayuda y aliento para afrontarlos; dificultades con reconocimiento por haberlos superado; orientación hacia el trabajo bien hecho, con la posibilidad de equivocarse; y el estímulo hacia la autonomía progresiva, con la seguridad que proporciona saber que hay otras personas que aman.
Otro aspecto importante, para comprender el desarrollo y la educación en la familia, es la influencia de los iguales: los hermanos.
Arranz y Olabarrieta (1998) señalan algunos aspectos que ayudan a entender la importancia de tener hermanos:
-Implica tener un compañero de juegos, un modelo que se puede imitar y una fuente de conflictos que se deben aprender a resolver. El hecho de que los conflictos entre hermanos se den en la familia y en las relaciones entre sus miembros, adquiere un tinte distinto de los conflictos que se pueden dar en otros contextos(escuela). Esto se entiende porque, en realidad, se pueden establecer vínculos afectivos que se manifiesten en comportamientos de apoyo, ayuda y compañía y que permiten compartir muchas experiencias significativas. A pesar de que las relaciones entre hermanos pueden provocar la aparición de rivalidades,
celos, egoísmos, etc., al ser cada familia un sistema diferente, estos aspectos pueden manifestarse de forma desigual. Por otra parte, su resolución dependerá de las estrategias de los padres y de cómo éstos estructuran las situaciones familiares. Así, su capacidad para mostrar afecto de forma indistinta, de establecer límites a las conductas de los niños y controlarlos utilizando la comunicación con ellos, pueden ser recursos que favorezcan la resolución de los conflictos y que influyan en la dimensión que toman (Solé, 2003).
Por lo tanto, las actividades que la familia organice o planifique para educar y socializar a su/s hijos son de gran interés para comprender cómo éstos crecen y qué competencias se les ayuda o dificulta a desarrollar. Este último aspecto es uno de los que más nos interesa para comprender cómo las familias pueden, mediante las relaciones e interacciones que llevan a cabo en su sino, ayudar a los hijos a desarrollarse mejor o peor.
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